When You Least Expect It - En ESPAÑOL
Cuando llegué a Los Angeles en el año 2005 estaba segura que algún día dirigiría películas, y que quizás, si me volvía lo suficientemente buena, algún día ganaría un Oscar. Yo había llegado a Hollywood decidida a convertirme en directora. Acababa de graduarme de la universidad y estaba por empezar mi primer trabajo en el mundo audiovisual. Tenía veintiún años y había dejado atrás a mi familia, amigos, país y cultura para llegar hasta aquí.
Esa mañana de verano, mientras me alistaba para ir a trabajar, repasaba mi agenda de vida imaginaria. Yo tenía un plan para todo, absolutamente todo excepto para enamorarme. Eso de tener una relación seria no era lo mío. Yo lo tenía claro: Yo sólo quería hacer cine.
Con todos los nervios del primer día y contra todo pronóstico, ese primer Lunes “él” me recibió en la oficina. Mi jefe ya me lo había presentado el día de mi entrevista y nos habíamos dado la mano rápidamente; él era el editor y yo sería su asistente. A simple vista él me había parecido amable pero algo distante. La chica de la oficina de al lado ya me lo había advertido ‘es guapísimo, pero creído’. Sin embargo esa mañana de mi primer día, él me recibió con una gran sonrisa y me preparó un café mientras me interrogaba. De pie en la cocina yo respondía confundida, sin poder dejar de pensar que - como su asistente - quizás tenía que haberle ofrecido el café yo. Estaba convencida por su mirada profunda que él podía ver lo poco que había dormido la noche anterior por todos los nervios. En fin, él con sus bromas ya empezaba a caerme mejor, y cuando me preguntó mi edad, me animé a preguntarle la suya. Él tenía veintitrés, pero como me pasaba a mí, transmitía una madurez mayor a sus años. Mirándolo frente a frente me di cuenta no sólo que la chica de al lado tenía razón - él era increíblemente atractivo - sino que ambos compartíamos la misma pasión: El cine.
Él insistía que yo no era su asistenta, sino su colega, y me trataba como tal. Al trabajar tan de cerca - y durante más de cincuenta horas a la semana - era imposible no admirar su talento creativo, dedicación y el cuidado extremo que le ponía a todo lo que hacía. Además de enseñarme sobre la edición de videos, él y yo podíamos hablar de cine por horas. Cuando le enseñé la película corta que había hecho como tesis en mi universidad, llamó inmediatamente a su mejor amigo para contarle lo fascinante que le había parecido mi película. Desde entonces ante sus ojos yo era ‘Claudia la cineasta’ y me gustaba pensar que admiraba mi trabajo. Era increíble lo mucho que teníamos en común.
Una día después de mucho trabajo, él me convenció para que lo acompañara a ‘The Well’, su bar favorito en Hollywood. Esa noche me contó sobre sus padres europeos, su infancia en el Caribe, sus estudios en un internado de Massachusetts, de cómo había decidido trabajar en vez de ir a la universidad, los problemas que esa decisión le había causado con sus padres y cómo había llegado a Los Angeles casi sin un dólar. Sentados juntos en silencio, no podía negarlo, entre nosotros había magia.
‘The Well’ pronto se convirtió en nuestro refugio post trabajo. Ambos salíamos con otras personas y el saber que una relación romántica no era una posibilidad, abrió las puertas a una gran amistad entre nosotros. A él no sólo podía contarle todo, sino que él me entendía como nadie más lo había hecho nunca, y yo a él. Nuestra química era tan fuerte que una noche se quedó mirándome por un largo rato y me preguntó si era posible que nos hubiésemos conocido antes. Era claro que no, entonces me aseguró que debíamos habernos conocido en otra vida, que seguro habíamos sido hermanos. Yo me reí de su ocurrencia, pero me quedó la duda por dentro.
Una tarde hablando con mi hermana y mi mamá por teléfono ambas me preguntaron sobre el chico con el que estaba saliendo, y yo les respondí que ese chico estaba bien. Y entonces, sin pensarlo, como si las palabras me salieran del alma, les dije que yo con quien me iba a casar era con “él” – mi colega del trabajo. Las tres nos quedamos en silencio, yo la más confundida de todas. ¿Casar? ¿Pero qué acababa de salir de mi boca? La idea de casarme nunca me había cruzado por la cabeza, y mucho menos con él con quien la posibilidad de una simple relación era nula.
Al poco tiempo se me presentó una nueva oportunidad de trabajo y la acepté. Él todavía me llamaba para ir a ‘The Well’ de cuando en cuando. Me encantaba verlo y saber que a pesar de todo, nuestra amistad no había cambiado. El problema era que yo a él ya no podía quererlo sólo como a un amigo. La realidad era que yo me había enamorado y no podía cambiar ese hecho. También estaba convencida que él siempre sólo me vería como una amiga.
Una noche de Marzo del 2006 quedé con él para vernos en nuestro querido bar. Esa noche me contó que había terminado con su relación. Yo, sin decírselo, había terminado con la mía también. Esa noche hablamos de nuestras ex parejas, de mi sentimientos encontrados sobre Los Angeles, de su nostalgia por Massachusetts, de nuestros miedos, anhelos, de nuestros sueños imposibles, de todo lo que la vida nos había dado pero también quitado. Éramos los amigos y confidentes de siempre y sin embargo esa noche era diferente, ya no podíamos ignorar la magia. Esa noche en ‘The Well’ las palabras sobraban, nuestra conexión inexplicable, supernatural se había apoderado del bar. A la hora de despedirnos él me acompaño al carro y abrazó como todas las veces, pero esta vez no me dejó ir. Como yo tampoco lo hice, desde ese día no hemos podido dejarnos.
Algunas citas después me confesó que él había sentido la magia desde el primer día, desde esa mañana que me preparó el café en la oficina.
Un día como hoy 17 de Agosto celebramos nueve años de casados. Tengo la suerte de compartir cada día con el amor de mi vida y mi mejor amigo. La conexión especial que sentí con él desde el principio fue lo que me inspiró a realizar mi película I REMEMBER YOU.
Son más de diez años desde aquella noche en ‘The Well’, pero hasta el día de hoy, cuando nos sentamos juntos en silencio, todavía reina la magia.